El Palau estalla: pitada y pañolada tras otro Clásico para olvidar del Barça | Crónica Barça 91-102 Real Madrid R9 Euroleague

El Real Madrid pasó por encima del equipo de Peñarroya (92-101) con un Trey Lyles imparable, mientras el público del Palau estalló entre la frustración y los gritos de “Cubells dimissió” ante la mirada incrédula de Laporta.

El Palau Blaugrana respondió y volvió a llenarse —7.294 espectadores— para vivir una nueva edición del Clásico, pero lo que debía ser una noche de reivindicación azulgrana acabó convertida en un retrato de la fractura que atraviesa al barcelonismo. El Real Madrid impuso de nuevo su ley (92-101), sumando su noveno triunfo consecutivo ante el Barça y prolongando una hegemonía que ya se alarga 19 meses.

El público del Palau, entregado desde el salto inicial, trató de empujar a un equipo que hace tiempo parece haber perdido el alma. Pero la paciencia tiene un límite. Y anoche, la grada decidió romper el silencio.

Otro Clásico sin historia

El Madrid de Scariolo salió decidido a sentenciar desde el principio. En apenas diez minutos firmó un 34-22 demoledor, el cuarto más productivo de su historia ante el Barça en la Euroliga y el más sangrante para los azulgranas, que siguen mostrando las mismas grietas defensivas jornada tras jornada.

Trey Lyles, en su primer Clásico europeo, jugó como si llevara toda la vida en ellos: 29 puntos, récord histórico de un jugador madridista ante el Barça en la Euroliga. A su lado, Campazzo y Hezonja dirigieron una sinfonía blanca que dejó al conjunto de Joan Peñarroya sin respuesta.

El Barça, pese al regreso de Laprovittola y la presencia de Shengelia, volvió a ser víctima de sí mismo. Su defensa blanda, su desconexión inicial y la falta de carácter competitivo repitieron el guion conocido. Solo Jan Vesely (13 puntos al descanso) dio la cara en una primera mitad en la que los blancos llegaron a dominar por 17 (27-44).

Un público que no se rinde, pero que está hastiado.

Cuando Punter acercó a los azulgranas a diez puntos (79-89) con un 3+1 a cinco minutos del final, el Palau creyó por un instante. Pero el espejismo duró poco: un triple de Maledon devolvió la calma al Madrid y el silencio a las gradas.

A partir de ahí, la resignación se impuso. Las butacas comenzaron a vaciarse antes de la bocina final, y los que resistieron lo hicieron para expresar su enfado sin matices. Pitos, pañuelos y cánticos de “Cubells dimissió” que subieron de tono hasta convertirse en clamor. En el palco, Joan Laporta observaba la escena con gesto perplejo, como si no entendiera que lo que se estaba desmoronando no era solo una noche más de baloncesto, sino la conexión emocional entre el club y su gente.

Más que una simple derrota

El Barça no solo perdió un Clásico: perdió un poco más de la conexión con su gente. El Palau, que tantas veces fue un santuario inexpugnable, ya no intimida ni protege. Solo esta temporada, Lleida, Zalgiris y UCAM Murcia ya han mostrado su lado más vulnerable. Y el Madrid, con la serenidad de quien sabe que domina, se marcha una vez más con la sonrisa de quien se siente dueño del Clásico. Y eso, claro, duele. Y mucho, al culer.

Si algo dejó claro la noche del viernes es que el divorcio entre la grada y la directiva es ya una realidad. El público habló, alto y claro. Y mira que lleva aguantando inverosimilitudes varias durante varios años, y se ha mostrado más que paciente y comprensivo. Pero cuando el Palau habla, conviene escuchar. Y ayer fue muy claro: “Cubells dimissió” y “Peñarroya dimissió”.

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