Olympiacos se quedó sin plan B ante la intensidad, el rigor defensivo y la lucidez táctica de un Mónaco que no solo ejecutó su guion a la perfección, sino que desactivó cada una de las fortalezas griegas.
Por David Falon,
Por primera vez en su historia, el AS Mónaco disputará la gran final de la Euroliga. Lo logró este 23 de mayo en el Etihad Arena de Abu Dabi, donde superó con autoridad al Olympiacos (78-68), uno
de los grandes favoritos al título, en una noche teñida de revancha personal, ejecución táctica y despliegue físico que ya forma parte de los anales del club monegasco.
Esta semifinal era mucho más que un simple partido. El banquillo del Mónaco estaba ocupado por Vassilis Spanoulis, ícono absoluto del Olympiacos, tres veces campeón de Europa como jugador y leyenda del baloncesto heleno. Su figura añadía una carga emocional especial al cruce. Frente a él, un Olympiacos que había demostrado solidez y constancia durante toda la temporada, y que llegaba a su tercera Final Four consecutiva.
Spanoulis —que conoce los resortes emocionales del vestuario griego mejor que nadie— tejió un plan quirúrgico que desarmó cada pieza del engranaje rojiblanco. El Mónaco no solo se plantó
con personalidad, sino que dominó desde el segundo cuarto hasta el final, sin temblar cuando las piernas pesaban más y los nervios afloraban.
La primera parte dejó ver un choque parejo. El primer cuarto terminó con empate (17-17), pero ya entonces se intuía que el Mónaco tenía las ideas más claras. Mientras el Olympiacos se enredaba con posesiones estáticas y una circulación trabada, los del Principado respondían con velocidad, cortes agresivos y tiros liberados.
En el segundo cuarto, el equipo monegasco dio el primer gran zarpazo. Se cerró sobre su pintura con una defensa de ayudas largas y colapsó las líneas de pase de los exteriores griegos. La fluidez
que caracteriza al Olympiacos desapareció por completo. Thomas Walkup fue bien presionado en cada bote, y Sasha Vezenkov, lejos de su mejor versión, apenas encontró tiros en ventaja. Al descanso, el Mónaco ya mandaba 35-32, y la sensación era que el partido iba en una única
dirección.
La reanudación confirmó esas sensaciones. Mónaco volvió más decidido aún, con Alpha Diallo imperial, asumiendo galones tanto en ataque como en defensa, y Calathes y Mike James que, aunque errático en porcentajes, manejaron el tempo del partido con una serenidad que contagió a sus compañeros. A falta de cinco minutos para cerrar el tercer cuarto, la ventaja llegó a los 12 puntos (49-37), y aunque el Olympiacos intentó reaccionar, jamás logró reducir la distancia a menos de cuatro puntos.
El ultimo cuarto fue un quiero y no puedo por parte de Olympiacos, dando la sensación que el partido estaba perdido ante un Mónaco que se mostraba totalitario en ambos lados de la pista,
Lo más impactante fue la claridad con la que Mónaco neutralizó las fortalezas del rival. Cada ataque de Olympiacos parecía forzado. Los bloqueos indirectos fueron negados con cambios automáticos y agresivos, y el rebote defensivo fue una de las claves: Mónaco capturó 41 rebotes por 33 de los griegos, impidiendo segundas oportunidades.
En ataque, el Mónaco fue un martillo pilón. No deslumbró por su efectividad —cerró con 46% en tiros de campo—, pero fue constante, paciente y disciplinado. Movió el balón hasta encontrar al jugador liberado, castigó con transiciones cortas cada pérdida rival y no se dejó llevar por la emoción del escenario.
Alpha Diallo fue el mejor jugador del partido. El alero norteamericano brilló con 22 puntos, 6 rebotes y 3 asistencias, encarnando ese carácter combativo que definió al equipo durante todo el
partido. Mike James, por su parte, firmó una línea estadística redonda: 17 puntos, 7 rebotes y 7 asistencias y 3 robos. Más allá de los números, supo elegir los momentos para acelerar, enfriar o castigar a la defensa rival.
Olympiacos vivió prácticamente del talento individual de Evan Fournier. El francés, que ha sido uno de los fichajes estelares de la temporada, mantuvo vivo a su equipo con 31 puntos (10/18 en tiros de campo), pero estuvo demasiado solo. La super estrella del equipo griego Sasha Vezenkov no apareció, y el juego interior fue claramente inoperante Fall y Milutinov sumaron 10 puntos entre ambos..
Mientras el Mónaco celebraba a lo grande, con sus jugadores abrazados en la pista, Vassilis Spanoulis se permitía una sonrisa contenida. El héroe de El Pireo, que tantas veces dio gloria al Olympiacos como jugador, hoy escribió una página dorada en su nuevo rol de entrenador. Ha llevado al AS Mónaco —un club sin apenas tradición en la élite continental— a una final que parecía reservada solo para los grandes.
Olympiacos, por su parte, se marcha de Abu Dabi con la amargura de haber fallado en el momento clave. Otra vez. Su última Euroliga ganada fue en 2013, y la generación actual, pese a su enorme talento, sigue sin encontrar la consagración que tanto ansía.
Mónaco se medirá este domingo al Fenerbahçe, que venció a Panathinaikos en la otra semifinal.
Será un duelo inédito por el título de Euroliga. Los turcos llegan con más experiencia, pero Mónaco ha demostrado que el hambre, el carácter y el baloncesto físico bien ejecutado pueden tumbar a cualquiera.
Lo de ayer fue más que una victoria: fue una declaración de intenciones. Mónaco no vino aparticipar, vino a reescribir la historia.
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