La impotencia azulgrana y el desconcierto táctico de Peñarroya dejan a Mónaco a un paso de Abu Dabi
La tarde ya se presentaba con la espantada del Sr. Cubells que prefirió viajar a Sevilla, para estar presente en la final de la Copa del Rey de fútbol, que apoyar a una sección de la cual es el máximo responsable y que se jugaba gran parte del ser o no ser en estos playoffs.
El FC Barcelona volvió a naufragar en el segundo partido de la serie de cuartos de final de la Euroliga ante un AS Mónaco que no solo jugó mejor, sino que se dio el lujo de humillar, dominar y exhibir músculo físico y mental en todos los tramos del partido. El marcador final (92-79) es incluso benévolo con un Barça que volvió a repetir todos sus errores del primer partido, dejando una imagen preocupante, opaca, impropia de un aspirante a la Final Four.
El equipo de Joan Peñarroya saltó al parquet del Salle Gaston Médecin con la urgencia del que va perdiendo la serie y sin embargo, desde el salto inicial, fue Mónaco el que impuso su ley. Alpha Diallo, auténtico verdugo de la noche, anotó 15 de los primeros 17 puntos de los locales, en una racha imparable que expuso, una vez más, la falta de consistencia defensiva del Barça. Lo preocupante no fue solo la inspiración del alero, sino la pasividad azulgrana para ajustar, para incomodar, para reaccionar.
Sin Vesely, fuera tras el segundo cuarto por problemas en la espalda, el Barcelona perdió su única referencia interior consistente. Y lo que era una baja significativa se convirtió en un abismo. Theis y Jaiteh, sin oposición, hizo lo que quiso bajo el aro. El rebote volvió a ser tierra de nadie, los cambios defensivos llegaron tarde y la primera línea fue un coladero constante. El Mónaco no necesitó florituras, solo contundencia y orden.
Peñarroya, mientras tanto, no encontró respuestas. No solo en el juego, sino en el carácter. El equipo pareció desorientado, carente de alma, sin liderazgo en la pista ni en el banquillo. Las rotaciones fueron erráticas. Los ajustes, inexistentes. Cuando más se necesitaba temple, el Barça ofreció confusión. Cuando urgía una chispa, solo llegó la resignación. Los tiempos muertos del técnico catalán se parecieron más a parches de emergencia que a planes con intención táctica real. Cada mensaje parecía llegar tarde, diluido, sin eco.
La segunda parte fue una repetición del primero, pero con menos energía por parte de un Barça mentalmente fuera del partido. Satoransky, demasiado solo en la creación, no tuvo su noche, sigue sin estar al ritmo competitivo que exige esta Euroliga y Jabari Parker, que había sido el mejor del primera parte, pasó totalmente inadvertido en la reanudación. Y jugadores como Fall o Abrines apenas suman.
Lo de Peñarroya empieza a ser indefendible. Llegó con la misión de devolver al Barça a una Final Four y en cambio, a estas alturas, ha conseguido desdibujar al equipo, no consolidar ningún sistema reconocible y perder autoridad en el vestuario. Se repite un patrón peligroso: sin Vesely, sin inspiración individual, el equipo no tiene plan B. Y lo más grave: parece que no tiene plan alguno.
Ahora, con la serie 2-0 a favor del Mónaco, al Barça solo le queda la épica. Pero ni la actitud ni el juego de estos dos primeros partidos permiten pensar en una remontada. Más bien lo contrario: si no hay un giro drástico, el Game 3 puede ser el último clavo en el ataúd de una temporada europea decepcionante. Si Mónaco consolida un 3-0, ¿será el ciclo de Peñarroya al frente del banquillo?.
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