El Palau Blaugrana se prepara para una de esas noches que miden carácter y convicción. Vuelve el Clásico de la Euroliga, con el Barça recibiendo al Real Madrid en un momento donde el peso de las rachas y las sensaciones se mezcla con la urgencia por reaccionar. Para los azulgranas, el duelo es una oportunidad de redención; para los blancos, una prueba de autoridad lejos de casa.

El equipo de Joan Peñarroya llega con un balance de 5 victorias y 3 derrotas, instalado en la zona media-alta de la tabla, pero aún buscando esa continuidad que le permita asentarse entre los grandes aspirantes. “Será una guerra, un partido muy físico. Necesitamos jugar con cabeza y corazón”, advirtió el técnico en la previa, consciente de que el aspecto emocional pesará tanto como el táctico. No en vano, el Barça lleva ocho Clásicos consecutivos sin ganar ante el Madrid entre Euroliga, ACB y Supercopa.

Peñarroya tiene frente a sí un desafío doble: competir y convencer. Su plantilla sigue marcada por las dudas físicas de Tornike Shengelia, con un esguince de tobillo, y de Nicolás Laprovittola, con molestias musculares. El escolta argentino podría forzar y volver al roster. Sin ellos, el Barça pierde fluidez y amenaza exterior, justo lo que más le ha costado en los últimos encuentros.

Enfrente, el Real Madrid llega en una situación paradójica. Marcha quinto en la Liga Endesa (4-1) y, aunque su rendimiento en casa es impecable, pero aún no ha ganado fuera en la Euroliga (0-4). Sergio Scariolo, en su primer Clásico europeo al frente del conjunto blanco, reconoció la trascendencia del partido: “Ganar en el Palau sería un triunfo que magnificará el nivel del rival y nuestro crecimiento como equipo”.

El Madrid también arrastra dudas. Walter Tavares, Chuma Okeke y Jalen Kramer están entre algodones, y su disponibilidad se decidirá a última hora. La posible novedad está en el debut del pívot Alex Len, recién incorporado y con el alta pendiente de confirmación. “Lo he visto bastante bien dentro de lo que cabe; puede ayudarnos ya”, comentó Scariolo. Su presencia podría ser clave si Tavares no llega a tiempo.

El partido promete una batalla más emocional que táctica. El Barça necesita imponer ritmo, rebote y energía para no permitir al Madrid correr. Los blancos, por su parte, confiarán en la experiencia de su bloque y en el temple que han mostrado en los minutos calientes de los últimos enfrentamientos.

El Palau, lleno y expectante, quiere volver a ser un factor determinante. Peñarroya sabe que el vínculo con la afición pasa por noches así: intensas, competitivas y con orgullo. Una victoria ante el eterno rival sería más que un resultado; sería un impulso moral, una reconciliación con el equipo.

El Real Madrid, mientras tanto, llega con la serenidad que da saberse superior en el historial reciente, pero también con la presión de mantener el listón. Ocho triunfos seguidos ante el Barça son una cifra que impone respeto, pero cada serie, por larga que sea, se acaba rompiendo algún día.

Es un clásico, y los clásicos, clásicos son.

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