El último rugido del Palau | Previo Game 4 Euroleague | Barça vs AS.Mónaco

Porque cuando las piernas flaquean y la mente se nubla, es el rugido del Palau el que levanta lo que parecía perdido. Y en ese clamor, el Barça encontrará, una vez más, su razón para seguir luchando.

 Después de los dos primeros partidos en Mónaco, con un 0-2 en contra, pocos —por no decir nadie— creían que este Barça, mermado por las lesiones y con un juego muy irregular durante toda la temporada, fuese capaz de levantar la serie. Es tan cierta esta afirmación como que el equipo, pese a todo lo sufrido y la irregularidad mostrada este año, no ha perdido la cara, siendo capaz de quedar quinto en la liga regular de Euroliga.

La realidad es que esta noche el conjunto dirigido por Joan Peñarroya tiene la oportunidad de empatar la serie a dos y llevarla a un quinto y definitivo partido en el Principado.

Para ello, una vez más, deberá hacerlo con solo nueve jugadores de la primera plantilla y deberá firmar otro partido excelso para doblegar al conjunto de Vassilis Spanoulis.

Si Youssoufa Fall (13 puntos y 14 rebotes) en el primer partido, o Willy Hernangómez (19 puntos y 10 rebotes) en el tercero, mostraron el camino de como castigar a la defensa de los ‘funky boys’, hoy Joan Peñarroya debería, de una vez por todas, dejar atrás recelos y vendettas con el pívot madrileño y volver a buscar esa superioridad en la pintura para castigar a Daniel Theis y Mam Jaiteh, en definitiva, encontrar el equilibrio en el juego blaugrana que nace de la ventaja interior. Y es que, si dominas el juego interior, obligas a Mónaco a replegarse, y eso, a su vez, genera ventajas para los exteriores del Barça: castigo por dentro, castigo por fuera. Sin juego interior, difícilmente encontrarás ventajas y fluidez en el movimiento del balón, más aún cuando enfrente tienes a ‘pirañas’ como Strazel, Okobo, Diallo o Jaron Blossomgame.

Claro está, este relato no se sostiene solo con músculo bajo el aro. Se necesitará la versión más afinada de Punter, Parker y Brizuela; la energía inagotable y la versatilidad de Parra; y, por encima de todo, la batuta sobria y elegante de Satoransky, que deberá evitar el abuso del bote y dirigir a los suyos como si condujese a la Sinfónica de Viena interpretando La Walkiria de Wagner, con precisión, temple y fluidez.

Y llegamos al Palau, la magia del Palau. Nuestro pequeño y coqueto teatro que se convierte en un infierno durante dos horas cuando los jugadores saltan al parqué. La energía y vibración del rugido en las gradas, al ritmo de los tambores y los cánticos de los Dracs y Sang Culé se filtra en los poros de los que en el parqué habitan, creando profunda excitación o miedo. Y hoy no debe ser la excepción. Pase lo que pase, será el último partido de Euroliga en casa esta temporada, y nuestro rival debe sentir la profundidad del alma de los culers que acudirán una vez más al rescate. Una afición que siempre ha respondido… y lo volverá a hacer. ¡El último rugido del Palau!

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Por Jaume Salvà